- Abuelooooooooo. – Gritaba desesperada y ahogada una voz dulce y joven desde el final del pasillo.
Un hombre caminó aquel pasillo en la inmensidad de la noche, sosteniendo en sus manos un candelabro que iba reflejando su luz en las puertas de papel, del más antiguo estilo japonés. Cuando este abrió la puerta, pudo encontrarse al joven niño, destapado en su edredón, sentado y llorando desconsoladamente. Se acercó a él, lo abrazó, resguardando su cabeza en sus delicados brazos de anciano. Su nieto, Satori, volvía a tener la misma pesadilla de todas las noches y sus heridas volvían a estar abiertas y empapadas en sangre.
- Abuelo…¿Se irán algún día?. – Dijo el pequeño de apenas unos 10 años a su abuelo con voz desesperanzadora, con el corazón encogido entre el llanto…
El abuelo no pudo más que hundir sus manos entre los cabellos negros del chico, posar su cara en la cabeza del nieto y contestar de manera serena, firme, intentando que el chico se tranquilizara y cesase su llanto.
- Sato, todo cesa en la vida…lo malo nunca perdura…sé paciente pequeño…- Dijo el hombre con el alma rota por ver así a su nieto. Y pensar que su propia hija había permitido que su nieto hubiese acabado así, marcado tanto física como psicológicamente por un ser despreciable…
Iroshi, aquel anciano, tendió a su nieto boca abajo como casi todas las noches solía hacer y cogió el botiquín que siempre dejaba preparado en la habitación para volver a vendar aquellas horribles heridas. Con cuidado destapó la espalda del pequeño, que de vez en cuando ahogaba un quejido del dolor y quemazón que le provocaba aquello, y pudo ver mejor cómo la espalda estaba entera cubierta de grandes heridas de latigazos, ensangrentada, otra vez, como cada noche cada vez que su nieto soñaba con aquella terrible pesadilla de vivir con el ser que lo maltrataba día sí y día también y se retorcía como lo hacía cuando se las hacía.
- Lo siento…- Se disculpo el pequeño de semblante triste, después de haber cesado su llanto, por manchar de nuevo el edredón de sangre.
- No tienes por qué disculparte Sato, no siempre tienes tu la culpa…- Dijo el anciano, terminando de limpiar y curar de nuevo las heridas.
- Abuelo…¿Tus artes zen me ayudarán a ser más fuerte ante esto?...- Preguntó el pequeño con un atisbo de esperanza.
- Eso intentaré enseñarte mi pequeño Satori…pero ya es tarde, mañana hablaremos de ello, debes descansar. – Dijo Iroshi una vez hubo vendado de nuevo toda la espalda del chico, ayudándolo a incorporarse, cambiándolo a otro edredón y arropándolo.
- Estaré en mi habitación por si me necesitas…buenas noches…mañana será otro dia…
Sato pudo contemplar como la luz del candelabro del abuelo se deslizaba por el pasillo hasta desaparecer . Aquella noche el pequeño se volvió a dormir mirando la inmensa oscuridad de su cuarto y escuchando a los grillos que aquella noche, le cantaban una relajante nana…
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Espero que os haya gustado este pequeño fragmento de la infancia de Sato...es lo que más recuerda...Como ya sabeis, su pasado no fue fácil. De esto pero en la actualidad me gustaría hacer la primera FH de Sato, porque aun hay dias que se despierta con la misma y recurrente pesadilla de su pasado...
Ale, posteo de madrugada, porque me he llevado toda la noche estudiando para mis examenes y ya voy a acostarme.
Muchos besitos!
<3
